Publicado por Chema Caballero en |
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La pesca artesanal y la acuacultura son parte fundamental del Programa Integral de Desarrollo de la Agricultura de África (CAACP por sus siglas en inglés). Este es el programa de agricultura de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (NEPAD), documento que recoge la visión y el marco estratégico adoptado por los dirigentes africanos para combatir la pobreza y el subdesarrollo en todo el continente, en definitiva un programa de la Unión Africana (UA).
Este programa aborda las cuestiones de política y capacidad en todo el sector agrícola del continente africano. Para evaluar los resultados del CAACP con respecto a la pesca y la agricultura, se tiene en cuenta la contribución de estos sectores al Producto Interior Bruto (PIB) de cada país en particular y de la totalidad de la región en general.
En su conjunto, el sector pesquero, aporta más de 24000 millones de dólares anuales, lo que representa un 1,26 por ciento del PIB de todos los países africanos, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Estas mismas fuentes indican que esta actividad emplea a 12,3 millones de personas, ya sea a tiempo completo o temporalmente, lo que supone el 2,1 por ciento de la población africana de entre 15 y 64 años. En los últimos años también ha comenzado a desarrollarse la acuacultura en diversos países, que emplea al 7,5 por ciento de las personas dedicadas a la industria pesquera.
Es importante señalar que el 27,3 por ciento de las personas que trabajan, tanto en el campo de la pesca como en el de la acuacultura, son mujeres. De ellas solo el 3,6 por ciento son pescadoras, el 58 por ciento se engloban dentro de las actividades de procesado y venta y el 4 por ciento en el de la acuacultura.
En África Occidental las mujeres dominan la cadena de valor de la pesca y suelen manejar las finanzas relacionadas con esta. Al menos así lo afirma el informe del Banco Mundial titulado The Sunken Billions Revisited: Progress and Challenges in Global Marine Fisheries, una segunda parte, por así decirlo, o un seguimiento del documento de 2009 presentado por el mismo organismo: The Sunken Billions: The Economic Justification for Fisheries Reform. El nuevo estudio, hecho público en febrero de este año, señala que la pesca artesanal esta amenazada pero que una mejor gobernanza y mejores sistemas de vigilancia marcan la diferencia en algunos países e incluso hacen posible su recuperación.
Mediante la cuantificación explícita del posible beneficio económico perdido en las pesquerías marinas, el informe subraya la urgencia de mejorar la gobernanza de estas y generar programas para restablecer las poblaciones de peces que están sobreexplotadas.
Este nuevo informe también recoge que cada vez más mujeres participan en la gestión de las pesquerías gracias al apoyo que les ofrece el Programa Regional de Pesca de África Occidental (WARFP) y el Proyecto de Gobernanza y Crecimiento Compartido de las Pesquerías del Océano Índico Sudoccidental (SWIOFish), financiados por el Banco Mundial y otros, y apoyados por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), a los que hay que añadir otros esfuerzos apoyados por diversos organismos.
A lo largo de África Occidental, las mujeres son pescadoras invisibles y el importante papel que juegan en la industria pesquera pasa casi totalmente desapercibido; debido a esto su aportación económica no se cuantifica. Y, sin embargo, cada vez es más claro que las mujeres dominan en silencio este sector, incluso sin tener que salir a faenar en los barcos.
El documento especifica los diferentes papeles que las mujeres juegan en esta industria. Cada una de ellas tiene el suyo propio. Algunas esperan a que los barcos lleguen por la mañana con la pesca y trabajan el resto del día vendiendo o procesando el producto (ahumado, salazón…). Otras recogen mejillones, ostras u otros mariscos, pero no cuentan como pescadoras ni se toma en cuenta su trabajo a la hora de calcular el PIB del país. Las mujeres también manejan las finanzas relacionadas con la pesca y gestionan el hogar porque sus maridos, pescadores, pasan la mayor parte del tiempo en el mar. El informe llega incluso a afirmar que en algunos casos las mujeres pagan a sus maridos por trabajar.
Toda esta rica actividad, que es el sustento de muchas familias, está amenazada por el alto nivel de sobrepesca por parte de las flotas comerciales que también está causando uno de los problemas medioambiental más graves de nuestro tiempo. Este fenómeno está causando unas perdidas de 80000 millones de dólares al año para la industria pesquera, siempre según el informe del Banco Mundial.
Las aguas de África Occidental han sido conocidas durante mucho tiempo como algunas de las pesquerías más productivas del mundo y los peces fueron abundantes en la zona en las décadas posteriores a las independencias. Pero poco a poco, la sobrepesca y la pesca ilegal han mermado estas aguas. Solo la mayor implicación de las comunidades locales y sobre todo de las mujeres conseguirá rescatar el antiguo potencial de esta zona.
En medio de esta desolación surgen algunas buenas noticias. El estudio señala que en algunos países de África Occidental se están consiguiendo progresos tangibles, como sucede en Guinea Bissau, Liberia y Sierra Leona donde la pesca ilegal ha descendido debido a una mejora de la gobernanza y a mejores sistemas de vigilancia en los que se ha involucrado a la población local. Además, gracias a los programas financiados por, entre otros, el Banco Mundial o USAID las mujeres están participando activamente en la gestión de la pesca.
La pesca representa, sin duda, una cultura y un medio de subsistencia y nutrición en África Occidental. Sin embargo, muchas comunidades pesqueras viven en la pobreza. El WARFP ha intentado, desde 2010, aumentar la contribución económica de los recursos marinos a través del fortalecimiento de la gestión y gobernanza pesquera, la reducción de la pesca ilegal y el aumento del valor agregado de los productos pesqueros.
Por ejemplo, gracias a este programa, Sierra Leona y Liberia han creado una zona exclusiva de seis millas limitada solo a la pesca a pequeña escala. En ellas no está permitida la utilización de arrastreros u otras embarcaciones que faenan a gran escala. Esta medida va unida a la creación de centros multi-institucionales para mejorar la aplicación de las normas. Además, muchos pescadores han sido equipados con cámaras con GPS para tomar fotos de buques piratas. El primer resultado directo de estas medidas ha sido la disminución de la pesca ilegal y la recuperación de los bancos de peces en las zonas costeras, lo que repercute en beneficio de los pescadores artesanales locales.
Otro ejemplo lo aporta Senegal. El país perdió alrededor del 2 por ciento de su PIB debido a la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada (INDNR), según un informe del Overseas Development Institute (Western Africa’s missing fish. The impact of illegal, unreported and unregulated fishing and under-repoprting catches by foreign flees). Con el apoyo del WARFP, Senegal promulgó nuevas leyes para una utilización razonable y sostenible de los recursos pesqueros, lo que ha permitido el retorno de las especies marinas a zonas donde habían desaparecido, lo que ha generado un fenómeno similar al de Sierra Leona y Liberia, siempre en beneficio de las comunidades locales.
Gracias a estos pequeños cambios y, sobre todo, a la incorporación de la mujer en este campo, se han conseguidos enormes mejoras al asegurar que el sector pesquero beneficie a las comunidades locales, mejore los medios de vida de estas y contribuya a la economía.
Fotografía: World Fish
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