Las víctimas de Joseph Kony siguen buscando justicia

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Grupos de derechos humanos de la República Centroafricana han pedido al fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) que aumente los cargos contra Joseph Kony, líder del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés). El jefe del grupo armado es objeto de una orden de arresto emitida por la CPI en 2005. Es sospechoso de crímenes contra la humanidad y de guerra cometidos durante los años que luchó en el norte de Uganda.

El LRA surgió por primera vez en el norte de Uganda a mediados de los años 80 del siglo pasado. Se levantó en armas, en nombre del pueblo acholi, contra el gobierno del presidente Yoweri Museveni. Desde un principio contó con el apoyo, la financiación y la protección de Sudán, donde durante años estuvieron sus principales bases.

Tras décadas de destrucción, matanzas y secuestros, el grupo fue expulsado de la zona, a principios del presente siglo. Fue gracias a las acciones del Ejército ugandés con apoyo estadounidense. Entonces, sus milicianos deambularon por Sudán, Sudán del Sur, República Democrática de Congo y, finalmente, se establecieron en la República Centroafricana.

El periplo llevó a una diseminación del grupo por varias áreas. Pero el grueso de ellos se asentó en la República Centroafricana, un país sumido en un conflicto interno. Ello facilitó que pudieran seguir con sus actividades sin que nadie les molestara, pero las bélicas disminuyeron al estar lejos de su enemigo, el Gobierno ugandés. Los seguidores de Kony, mal armados, ya sin el apoyo explícito de Sudán y separados entre ellos, mutarían en bandidos que solo anhelaban su propia supervivencia. Atacaban poblados y campesinos en busca de comida. También se financiaban gracias a la caza ilegal y a las minas artesanales de oro. Joseph Kony, refugiado cerca de Darfur con su familia, prácticamente ha desaparecido del mapa. Da la impresión de que ha abandonado el proyecto original del grupo: derrotar al Gobierno ugandés e instalar una república basada en los diez mandamientos de la Biblia. Así las cosas, parece que cada comando sigue sus propias normas, sin coordinación con el antiguo líder. Lo que los distintos grupúsculos nunca han dejado de realizar es el secuestro de niñas y niños para engrosar sus filas y así asegurarse la continuidad de sus acciones delictivas.

Los delitos cometidos por los miembros del LRA en República Centroafricana no están contemplados en la orden de detención de Joseph Kony. Por eso, las víctimas centroafricanas que han sufrido abusos por parte de esta milicia no podrán reclamar reparación de la Corte, en el hipotético caso de que Kony fuera juzgado y condenado. Más de 1.400 personas son las que están detrás de esta petición que busca que el fiscal amplíe los cargos para incluir los cometidos en la República Centroafricana.

El problema que se presenta para esta ampliación de la acusación es saber si Koni sigue liderando el LRA. 2012 fue, posiblemente, la última vez que el líder rebelde llenó portadas gracias a una campaña de la ONG Invisible Children. Para entonces, el grupo armado ya había sido expulsado de su territorio de combate habitual y migrado.

Las últimas noticias que llegaban situaban a lo que quedaba del LRA en la profundidad de las selvas del centro del continente. Allí habían recurrido a la caza furtiva y a asaltar a mineros artesanales para sobrevivir. Aquellas fuentes también indicaban que Kony había perdido el mando sobre la mayoría de sus tropas. Las cuales, divididas en pequeños grupos, actuaban más como bandidos que aterrorizaban a las poblaciones vecinas a sus campamentos que como miembros de una milicia.

Algunos desertores del grupo, indicaron que el antiguo todopoderoso y temido señor de la guerra vive en Kafia Kingi desde 2010. Este es un enclave rico en minerales que se encuentra entre las fronteras de Sudán, Sudán del Sur y la República Centroafricana. Según el acuerdo de paz entre Jartum y Yuba, pertenecería a Sudán del Sur, pero sigue controlado por la primera. Kony estaría acompañado de una pequeña corte de fieles, la mayoría familiares cercanos, incluyendo a sus dos hijos. Las informaciones recibidas indican que el grupo se dedicaría principalmente a la agricultura y a la recolección y venta de miel. Muy lejos quedan estas actividades de aquella intención de derrotar al Gobierno ugandés.

El hecho de que Kony ya no controle el grupo hace que cada fracción opere independientemente, luchando por su supervivencia. Sin un mando central que las aglutine. La división es también la gran debilidad del antiguo Ejército y podría representar una oportunidad para aumentar los esfuerzos que conduzcan a la rendición final de los últimos miembros del LRA.

Por eso, la pregunta si Kony ya no controla el grupo y vive apartado de las actividades bélicas es: ¿en qué medida es responsable de los actos de sus antiguos seguidores en la República Centroafricana?

El fiscal de la Corte Penal Internacional, Karim Khan, todavía no se ha pronunciado sobre el asunto. Sin embargo, a principios de julio, pidió que se realizara la acusación de Joseph Kony, que todavía tiene estatus de sospechoso, en su ausencia. Este es un paso que normalmente se produce tras la entrega de la persona al Tribunal.

Lo cierto es que no parece que haya ninguna intención de gastar esfuerzos en ir a la búsqueda y captura del antiguo señor de la guerra. Así las cosas, las víctimas difícilmente conseguirán una reparación. Los guerrilleros del LRA seguirán con sus asaltos y otras actividades delictivas protegidos por las espesas selvas del centro del continente. Kony morirá en paz rodeado de los suyos.

En la imagen superior, la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya, Países Bajos. Fotografía: 123RF

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