Malos (o buenos) tiempos para la música

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La libertad de expresión, a costa de la canción Kill the boer, ha aterrizado como tema recurrente en la larguísima precampaña electoral sudafricana. De cara a los comicios de 2024, en los que el Congreso Nacional Africano (CNA) podría perder una mayoría que arrastra desde los tiempos de Mandela, el que fuera uno de los himnos de la lucha contra el apartheid vuelve a encarnarse en una sociedad que todavía se resiente de los pecados de los gobiernos supremacistas blancos a la vez que se duele de las incapacidades, corruptelas y desidias del CNA. 

En un mitin en Soweto con motivo del décimo aniversario de los Luchadores por la Libertad Económica, su líder, Julius Malema, alentó a los cerca de 90.000 asistentes a entonar una letra que escuece y atemoriza a la minoría blanca: «Dispara a matar, mata al bóer, mata al granjero». No ha sido la primera vez que el político de la boina roja ha utilizado estas estrofas. En agosto de 2022, después de una denuncia previa de Afriforum, una organización afrikáner, el juez Edwin Molahleli sentenció que no había que tomar la letra en un sentido literal y que debía considerarse como un ejercicio de libertad de expresión constreñido al debate político. 

¿Se puede cantar Kill the boer? La jurisprudencia dice que sí. Otra cosa es si es oportuno o bueno para la sociedad en un contexto como el actual. Sudáfrica ganó en la calle –y con el martirio de la población negra– buena parte de sus libertades y derechos cuando se entonaba en isizulú y xhosa este tema. Pero eran otros tiempos.



El líder del partido opositor Luchadores por la Libertad Económica, Julius Malema (C), canta y baila en el escenario con miembros de su cúpula durante un mitin electoral. Phill Magakoe / Getty

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