Minerales de sangre en nuestros bolsillos, ¿somos cómplices?

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Los llamados minerales de sangre, procedentes de países en conflicto, circulan con toda impunidad en los mercados internacionales. Los consumidores los adquirimos, en la mayoría de los casos sin ser conscientes de ello, en cientos de productos de uso diario con lo que nos convertimos en cómplices de los crímenes de guerra y contra la humanidad ejecutados por los grupos armados que mantienen vivas las guerras que tienen lugar en suelo africano. Así sucede, por ejemplo, con el oro extraído en las zonas de conflicto de la República Democrática de Congo (RDC).

Esto es posible gracias a que la red de empresas controladas por el magnate belga Alain Goetz refina el oro sacado ilegalmente desde el este de la RDC en la refinería African Golden (AGR) que posee en Uganda (la única que existe en este país) y luego lo exporta a través de un entramado empresarial de su propiedad a compañías de los Estados Unidos y Europa, entre las que se encontrarían Amazon, General Electric y Sony, entre otras. Estos datos son fruto de una investigación llevada a cabo por The Sentry que fue dada a conocer a mediados de octubre bajo el título The Gold Laundromat. The Conflict Gold Trade from Eastern Congo to the United States and Europe (La lavandería de oro. El comercio de oro procedente de conflictos desde el este de Congo a los Estados Unidos y Europa).

En 2017, AGR exportó oro por aproximadamente 377 millones de dólares desde Uganda a una compañía del entramado de Goetz con sede en Dubai, especifica el estudio. Aunque numerosas fuentes entrevistadas por The Sentry confirman que el oro que se refina en AGR proviene de zonas en conflicto del este de la RDC, la compañía lo niega y afirma mantener su compromiso de abstenerse de cualquier acción que contribuya a la financiación de conflictos.

Este oro proporciona la mayor fuente de ingresos a los diversos grupos armados que intervienen en el conflicto del este de la RDC, según demostró en 2016 el Grupo de expertos de Naciones Unidas sobre este país. Estos actores bélicos sacan de contrabando mineral por valor de entre 300 y 600 millones de dólares. El Grupo de expertos reconoce que Uganda desempeña un papel crucial en el contrabando y blanqueo de este oro, y que Ruanda, poco a poco, también asume relevancia en este campo. De ahí que Goetz haya establecido un importante centro comercial de oro en este país.

El oro refinado por AGR puede terminar en las cadenas de suministro de muchas empresas occidentales entre las que destacan Amazon, Sony, General Electric y otras 280 más. El rastro del oro obtenido en zonas de conflicto sigue una cadena de suministro de aproximadamente seis pasos desde el este de la RDC hasta su destino final: joyas, lingotes para inversores y bancos, y productos electrónicos. El viaje empieza en el este de la RDC donde el 71% de las minas artesanas de oro se encuentran en zonas de conflicto. De ahí es sacado de contrabando hasta Uganda donde AGR lo refina. La compañía Goetz Gold de Dubai importa todo el oro de AGR. Desde ahí es exportado a Bélgica, punto desde el que se distribuye por Europa y Estados Unidos.

Los minerales manchados de sangre son claves en la financiación de la mayoría de los conflictos que  tienen lugar en suelo africano. Compañías occidentales sin escrúpulos, que solo buscan obtener el máximo beneficio en sus operaciones sin importarles el respeto a los derechos humanos o las vidas humanas, son colaboradores necesarios de este comercio. Sin su cooperación no llegarían a los mercados internacionales. Los gobiernos también lo son, en tanto en cuanto no implementan normas que frenen este tráfico ilícito. Finalmente, los consumidores, algunas veces por falta de información, otras muchas por desidia, nos convertimos en cómplices de los crímenes cometidos por los grupos armados a los que financiamos al comprar productos que contienen minerales procedentes de zona en conflicto.

Estados Unidos cuenta con la sección 1502 sobre minerales procedentes de países en conflicto de la Ley de Reforma y Protección al Consumidor, conocida como ley Dodd-Frank por los senadores que la propusieron. Es una norma de transparencia que fue aprobada en 2010 y que implementa la Comisión de Bolsa y Valores. Desde 2012, obliga a todas las compañías que cotizan en los Estados Unidos a realizar un informe sobre la utilización de minerales procedentes de países en conflicto. La ley solo exige que las empresas informen sobre sus prácticas de abastecimiento de minerales, para que el consumidor esté informado, pero no prohíbe su utilización.

Por su parte, la Unión Europea (UE) lleva mucho retraso en este campo. En mayo de 2017, el Parlamento Europeo aprobó una iniciativa que impone controles obligatorios en el suministro de los minerales procedentes de países en conflicto, pero esta no entrará en vigor hasta enero de 2021. Evidentemente, se trata de un gran avance, pero presenta múltiples carencias que permitirán que continúe la comercialización de los minerales de sangre en los mercados europeos.

La primera de ellas es que esta regulación se centra solo en las materias primas, no en los productos acabados. Las empresas que manufacturen sus productos fuera de la UE podrán importar artículos acabados que contengan minerales de sangre, como teléfonos móviles, por ejemplo. La Comisión Europea ha prometido que «presionará a los grandes fabricantes para que revelen detalles de los productos que podrían contener minerales procedentes de países en conflicto». Pero está por ver la eficacia de esta declaración de buenas intenciones.

Otro punto débil es la exención ofrecida a los pequeños importadores, como dentistas o joyeros, que no estarán obligados a trazar el origen de los materiales que introduzcan en la EU, al considerarse el coste administrativo de esta actividad demasiado alto. Esta es una peligrosa laguna por la que pueden entrar minerales por valor de millones de euros en la UE libres de cualquier escrutinio.

Finalmente, la ley se refiere solo a cuatro minerales (estaño, oro, tungsteno y tantalio), y deja fuera las importaciones de otros materiales que también está probado que financian conflictos armados como esmeraldas, carbón, cobre, jade, rubíes o diamantes.

No bastan las buenas intenciones, hace falta mucho más para terminar con el tráfico de los minerales manchados de sangre. Pero hay demasiados negocios en juego y los lobbies de las grandes compañías que los utilizan no cejaran en su empeño por limitar su prohibición; al fin y al no van a canjear sus grandes beneficios por el respeto a los derechos humanos.

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