Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
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«Basándonos en los que hemos visto hasta ahora, la vacunación está funcionando razonablemente bien para prevenir infecciones, y muy bien en la prevención de casos severos. Si una proporción de entre el 40 y el 50% de la población adulta estuviera vacunada en diciembre, la cuarta ola tomaría un camino diferente», explica Salim Abdool Karim, epidemiólogo y especialista en enfermedades infecciosas, quien durante el primer año de la pandemia dirigió el Comité gubernamental científico COVID-19 que asesoró al Ministerio de Sanidad en los primeros pasos de la batalla contra el coronavirus.
Con 2,26 millones de personas que ya se han contagiado y casi 87.000 fallecidos, el país está empezando a salir de la tercera ola. En el mensaje que dirigió a la población el pasado domingo, el presidente Cyril Ramaphosa quiso centrarse en la acción gubernamental contra la COVID durante una semana concreta de agosto, como ejemplo de lo que está pasando a escala más pequeña. «Cogiendo como ejemplo el número de personas hospitalizadas en esa semana, comprobamos que el 96% de los mayores de 60 años que habían resultado infectados no se habían puesto la vacuna; y el 98% de los muertos por haber contraído la COVID-19 tampoco», explicó con semblante serio.
El mantra que desde las emisoras de radio, los anuncios de televisión, los sms de las compañías telefónicas, y que cada vez aparece con más insistencia en los espacios publicitarios de las calles, es claro: «Protégete, protégenos. Ponte la vacuna». Hace casi dos semanas que se llamó a los mayores de 18 años a que acudieran a los centros de vacunación más cercanos, además de abrirse el proceso a personas migrantes sin documentación y a sin techo o personas sin una residencia fija. «No tengo una bola de cristal y no sé si habrá una cuarta ola, pero si observamos la tendencia de los últimos 20 meses de la pandemia, hay una alta probabilidad de que la cuarta ola aparezca tres meses después del final de la anterior, lo que sería a mediados de diciembre”, añade Karim.
Esa fecha coincidiría con el comienzo de las largas vacaciones escolares, porque en Sudáfrica el curso se desarrolla entre enero y diciembre, con las celebraciones de Navidad como principal amenaza para una mayor propagación. En lo que coinciden los epidemiólogos tras el obligado estudio del virus de los últimos meses, es en que «será algo endémico con brotes ocasionales». Se estima que en Sudáfrica entre un 60 y un 70% de la población ha logrado la inmunidad natural al haberse contagiado y, como apunta Shabir Madhi, vacunólogo de la Universidad Wits de Johannesburgo, «sería sorprendente que con el desarrollo de las vacunas y la fuerza de las infecciones pasadas se registrase un alto número de hospitalizaciones y muertes comparadas con las tres primeras olas». Aunque para que esto no ocurra, Madhi cree fundamental que el 90% de la población esté vacunada.
Por el momento, solo el 18% (7 millones de personas) tiene la vacuna completa y en los puntos de vacunación –distribuidos en hospitales y lugares cercanos a centros comerciales, a los que se podrían añadir también los centros universitarios– apenas hay colas. De hecho, la sensación al pasar por los lugares habilitados es que prácticamente la totalidad de la población ya ha recibido la vacuna y se está esperando solo a los rezagados. Una idea que no coincide con la realidad.
«Sabemos que una persona vacunada puede contagiarse y pasar el virus a otros, pero también estamos viendo que muy pocas personas vacunadas sufren la COVID-19 con la virulencia que sabemos que tiene, y que muy pocos acaban en la UCI o necesitan un respirador artificial, además de que tienes muchas menos posibilidades de morir por la enfermedad», añadió Ramaphosa tras declarar que Sudáfrica «se está convirtiendo en un lugar de vacunación».
Estar en el nivel de alerta 2 significa que se mantiene el toque de queda de 11 de la noche a cuatro de la mañana excepto para los trabajadores esenciales; que a los funerales solo pueden asistir 50 personas por un tiempo máximo de dos horas; que se pueden reunir hasta 250 personas en interior y 500 en exterior siempre que se mantenga el metro y medio de distancia; y que se amplia un día más, de lunes a viernes, la venta de alcohol en tiendas, para seguir evitando los accidentes que se producen sobre todo en fines de semana y que podrían llegar a colapsar los hospitales.
Tras más de año y medio de pandemia, la prudencia con la que el Gobierno que dirige Ramaphosa va adaptando las medidas para que la población no olvide que el virus sigue entre nosotros, y permanecerá mientras sea capaz de mutar a nuevas variantes, ha hecho que desde varios sectores, como los empresarios o el turístico, incluso desde las iglesias, se haya criticado su gestión. El ya elevado porcentaje de desempleo (entorno al 35%, y el 70% entre lo jóvenes) se ha incrementado con 2,2 millones más de personas sin empleo desde que empezó la pandemia, y las medidas de apoyo individuales (350 rands, unos 21 euros, al mes) no resuelven la inestabilidad a la que han sido abocadas familias enteras.
Además de la eterna conversación en la que se está convirtiendo el hecho de estar o no vacunado en Sudáfrica, esta semana el posible pasaporte Covid ha dominado el debate al implicar una connotación que en este país es difícil de asimilar. «La época de los “pases” para acceder a lugares o clasificar a la población forman parte del pasado. No se puede volver a imponer a la población el ser discriminada por absolutamente nada después de lo que pasamos durante el apartheid», explica Tsepho en una de las llamadas de la audiencia al programa de noticias de la mañana de la radio pública SABC. El locutor le escucha paciente, intentando puntualizar que está en juego la salud de todos, que la lucha contra la COVID es global, pero apenas logra que su oyente le escuche porque al concluir, este le recuerda que la sociedad sudafricana sigue inmersa en una desigualdad social que no ha dejado de crecer en las últimas décadas. «La generación de 1960 fue lo suficientemente valiente para luchar contra las leyes de los pases en Sudáfrica, pero dudo de que la actual, nuestra generación, sea capaz de hacerlo contra el pasaporte de la vacuna, si es que realmente están en contra», sentencia en el recopilatorio diario de redes sociales del periódico The Star, un joven que firma como @Sihle Mahamba.
Fotografía: Un hombre espera a que le pongan la primera dosis de la vacuna Pfizer en Centurion (una localidad situada entre Pretoria y Johannesburgo) a mediados de agosto. Autor: Luca Sola/Getty.
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