Odio con denominación de origen

Por Javier Fariñas Martín Lars Kepler, coautor de El hipnotista, uno de los éxitos editoriales europeos de los últimos años, dijo hace poco que “No tenemos fe en el ser humano”. Este tuiteo de pocos caracteres, comillas incluidas, ha saltado a los soportes informativos después de alguno de los bolos de promoción de su última obra. La lectura de ese titular que así, descontextualizado, es tan impactante como carente de sentido, ha coincidido con una de las habituales presencias del histórico y querido redactor jefe de esta casa, Gerardo González Calvo, en nuestra (su, porque siempre será suya) redacción.

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Javier F   Por Javier Fariñas Martín

Lars Kepler, coautor de El hipnotista, uno de los éxitos editoriales europeos de los últimos años, dijo hace poco que “No tenemos fe en el ser humano”. Este tuiteo de pocos caracteres, comillas incluidas, ha saltado a los soportes informativos después de alguno de los bolos de promoción de su última obra. La lectura de ese titular que así, descontextualizado, es tan impactante como carente de sentido, ha coincidido con una de las habituales presencias del histórico y querido redactor jefe de esta casa, Gerardo González Calvo, en nuestra (su, porque siempre será suya) redacción.

Tras el contudente y jovial ‘buenos días’, que pronuncia cuando el pasillo de entrada se abre como una desembocadura fluvial a este pequeño cosmos africano, se dirigió a mí con su penúltimo texto (cualquiera de sus ideas siempre será la penúltima), una reflexión tan rauda como certera sobre cómo los periodistas contamos la realidad del continente africano. En este caso, él y su texto venían justamente indignados con la expresión gratuita del ‘odio africano’ que un compañero del gremio escupió para explicar la incompatibilidad o el desdén recíproco de dos políticos de nuestro país. ‘¿Por qué odio africano?’, se preguntaba el bueno de Gerardo con tinta negra sobre un papel que ya no estaba en blanco. Se fue, pero me dejó rumiando la hiel de la metáfora. No sé si en el ser humano, pero hay veces que, como Kepler, le tengo poca fe a la profesión, entre la que me incluyo y de la que vivo.

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