Publicado por Chema Caballero en |
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Conflictos violentos entre pastores nómadas del norte de Nigeria y las comunidades agrarias sedentarias que viven en la zona central y meridional han existido siempre, pero en los últimos años se han multiplicado y han empezado a extenderse hacia el sur, lo que amenaza seriamente la seguridad y la estabilidad del país. Con un número estimado de muertos de aproximadamente 2.500 personas en 2016, estos enfrentamientos se están volviendo tan potencialmente peligrosos como la insurgencia de Boko Haram en el noreste. Así lo denuncia Herders against Farmers: Nigeria’s Expanding Deadly Conflict (Ganaderos contra agricultores: un conflicto mortal en expansión en Nigeria) presentado por Internacional Crisis Group (ICG) el pasado 19 de septiembre. En él, la organización pide a la administración del presidente Buhari y de los distintos estados federales afectados trabajar juntas, tomar medidas inmediatas para fortalecer la seguridad de los pastores y los agricultores, poner en marcha mecanismos de resolución de conflictos e iniciar esfuerzos a largo plazo para reformar las prácticas de manejo del ganado, hacer frente al deterioro medioambiental y terminar con los movimientos fronterizos tanto de ganaderos como de ladrones de ganado.
Tradicionalmente, los pastores del norte del país han trashumado hasta las sabanas y los bosques tropicales de los estados centrales y meridionales durante la estación seca del año. Sin embargo, cada vez bajan más y penetran en regiones donde el alto crecimiento demográfico ha producido una fuerte presión sobre las tierras agrícolas y el acceso al agua. Esto se ha traducido en un aumento de las disputas sobre daños a los cultivos, contaminación del agua y robo de ganado. Ante la ausencia de mecanismos de mediación aceptados por ambas partes, los desacuerdos se transforman, cada vez más, en violencia.
¿Por qué los pastores nómadas tienen que bajar cada vez más al sur en vez de permanecer en las tierras donde durante siglo han pastado sus ganados? Las raíces de esta situación se encuentran en el cambio climático. La sequía y la desertificación han degenerado los pastos y han secado muchas fuentes naturales de agua a lo largo del cinturón saheliano del norte de Nigeria. Consecuentemente, esta nueva situación obliga a gran número de pastores a migrar hacia el sur en busca de pastizales y aguas para sus rebaños. Pero a este dato hay que añadir la inseguridad que existe en muchos estados del norte y noreste como consecuencia de la presencia de Boko Haram y del bandolerismo rural que se centra, sobre todo, en el robo de ganado en la zona noroccidental y centro-norte. Ambos fenómenos propician el desplazamiento de muchas poblaciones. Por otra parte, el crecimiento de los asentamientos humanos, la expansión de las infraestructuras públicas y las adquisiciones de tierras por parte de granjeros o grandes corporaciones agroindrustriales y otros intereses comerciales privados han usurpado a los pastores cientos de hectáreas de tierras de pastos que el Gobierno había asignado a este colectivo tras la independencia, señala el informe, lo que también les empuja a buscar nuevos destinos para mantener vivo a su ganado.
No solo Nigeria tiene que hacer frente a este problema, se trata de un fenómeno muy común en muchas otras partes de África donde, igualmente, en los últimos años ha derivado en confrontaciones cada vez más violentas. Y es que el continente está plagado de un largo historial de conflictos fluctuantes, competencia y cooperación entre los agricultores asentados y los pastores trashumantes. Esto incluye periodos de dominación violenta de los pastores sobre sistemas de producción agrícola establecidos y de conversión de las antiguas tierras pastoriles al cultivo, al igual que tiempos de pacífica coexistencia.
Existen evidencias de este tipo de conflictos desde tiempos ancestrales en toda África. Pero faltaban datos empíricos que demostrasen su intensidad. En los últimos años se han llevado a cabo distintos estudios que ponen de manifiesto el alcance de este fenómeno. Pionero en este campo fue el realizado en 1997 por D. Seddon y J. Sumberg de la Universidad de East Anglia, en Norwich, Reino Unido, bajo el título de Conflict between Farmers and Herders in Africa: an Analysis.
Ese trabajo puso de relieve, por primera vez, cómo la naturaleza de los conflictos entre agricultores y pastores comenzaba a cambiar, al ser estos cada vez más graves, visibles y frecuentes. Desde entonces, muchos otros estudiosos han seguido el fenómeno para recientemente concluir, como hace el informe de ICG, que el grado y la intensidad a los que se ha llegado en la actualidad en estos enfrentamientos, en algunos lugares alcanza límites claramente intolerables para los agricultores, los pastores y también para el medioambiente. El hecho de que las comunidades locales recurran a esta violencia es indicativa de una falta de políticas específicas para paliarlos o de que las políticas existentes no funcionan en beneficio de estas en su conjunto.
Un aspecto importante para entender la naturaleza cambiante de estos conflictos ha sido la disponibilidad creciente de armas modernas. Muchas veces suministradas a los pastores, principalmente por personas y grupos con intereses propios, con el fin de promover sus propias causas a través de la violencia patrocinada.
Por otra parte, en los países en los que los gobiernos han invitado a los pastores nómadas a convertirse en sedentarios, y se han puesto en marcha políticas para facilitar este estadio, se han producido graves protestas por parte de las poblaciones agrícolas al ver reducido su acceso a la tierra, ahora destinada a pastos, lo que también ha provocado un mayor potencial de conflicto.
Pero lo normal es que los gobiernos no intervengan demasiado en este tipo de conflictos más allá de adoptar medidas policiales o militares cada vez que se reavivan. Pocos tienen planes a medio y largo plazo para rebajar la tensión y buscar mecanismos de mediación entre las dos comunidades enfrentadas. Esta es una de las conclusiones del informe de ICG con respecto a Nigeria que advierte del riesgo de que este tipo de conflictos se vuelvan cada vez más letales, y pongan en peligro la seguridad de todos los nigerianos.
Es el caso, también, de las regiones más remotas del norte de Kenia, donde gran cantidad de armas modernas circulan libremente. Gracias a ellas, son frecuentes las incursiones de pastores para robar ganado de otros grupos y la lucha entre estos por los escasos pastos y agua, especialmente durante el tiempo de sequía, como el que se vive en la actualidad. Desde el pasado mes de marzo, esta situación ha desembocado en una oleada de violencia en la región de Laikipia, donde pastores fuertemente armados en busca de pastos condujeron decenas de miles de cabezas de ganado a fincas privadas, ranchos de tierras comunales y reservas naturales. El conflicto estaba servido una vez más.
En este caso, los políticos locales, que buscan sus propios intereses personales en una de las regiones más olvidadas de Kenia, tuvieron mucho que ver con la oleada de violencia al armar a algunos grupos y difundir rumores falsos, según apuntan algunos medios como The Conversation.
No cabe duda de que mientras no se manejen de manera diferente los escasos recursos naturales del planeta, este tipo de conflictos seguirá en aumento a medida que avanza el cambio climático. La codicia de los políticos y de los hombres de negocio servirá para echar más leña al fuego. Finalmente, la desidia de los gobiernos y su falta de interés para establecer mecanismos pacíficos que ayuden a resolver estas disputas e implementar políticas a medio y largo plazo que favorezcan la convivencia e integración de los dos grupos a través de una gestión sostenible del medioambiente, también contribuyen a incentivar la violencia.
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