Presumir

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Papá Alphonse es un reconocido cocinero. Trabaja en uno de los hoteles de lujo de Cotonú. Uno de los nuevos que se han construido en los últimos años. Le gusta lo que hace. Por eso no se queja de las muchas horas que pasa en la cocina dirigiendo a su equipo y preparando comidas, cenas y lo que se les pueda antojar a los huéspedes a cualquier hora del día. Luego, al final de la jornada, cansado y muy tarde, regresa a casa. A veces, ya de madrugada. 

Cada dos días se recoge en un hogar diferente. Va rotando entre sus tres mujeres. Cada una tiene su propia vivienda y su propio negocio. La primera un puesto en el mercado, otra una pequeña tienda de comestibles y la tercera una zapatería. Ellas se encargan de cuidar de sus propios hijos. De alimentarlos, vestirlos, pagar los colegios y el hospital o las medicinas si caen enfermos. El marido les entregó un capital cuando se casaron para comenzar su aventura empresarial. También construyó las casas donde habitan. Esa fue su gran contribución. «Gracias a ese esfuerzo todos viven bien. A mis hijos no les falta de nada», alardea. 

En total, Papá Alphonse tiene diez vástagos. También presume de ellos. Los dos mayores ya han terminado la universidad: uno es abogado y el otro enseña en un instituto. Otros dos aún están en ella. El resto estudian Secundaria o Primaria, todavía. Pero su objetivo es que todos terminen con un grado universitario, como mínimo. Ahí sí que él ayuda. Cuando finalizan el instituto, echa una mano a las madres. Las tasas de la universidad son caras.

En cuanto empezaron a trabajar, pidió a los mayores que abandonasen las casas de sus madres y se instalasen por su cuenta. Para no seguir siendo una carga para ellas. «A cambio, les he dicho que no necesitan ayudar a la familia. El dinero que ganan es para ellos. Son jóvenes y deben vivir primero. Ya llegará el tiempo en el que tengan que contribuir», explica. Para hablar con ellos y ver cómo les va la vida, los invita a comer en la cocina del hotel. Así no los pierde la pista.

Papá Alphonse también presume de ser un ferviente católico. «Todos mis hijos están bautizados. Y cuando llegan a la edad se confirman», dice. Los domingos acude a misa con la familia en cuya casa ha dormido la noche anterior. Todos se acicalan con sus mejores galas. También se asegura de que las otras dos mujeres y sus hijos acudan al templo más cercano a su domicilio. Al igual que los dos que se han independizado. «Con Dios no se juega», asegura. «Todo lo que tengo se lo debo a Él. Nunca me ha abandonado. Por lo tanto, ni yo, ni los míos lo haremos. Es la única norma, junto al estudio, con la que no se juega en mi familia».

Papá Alphonse está satisfecho. Tiene un buen trabajo y una familia feliz.

En la imagen superior, varios puestos atendidos por mujeres en un mercado callejero cerca de Cotonú (Benín). Fotografía: Dan Kitwood/Getty





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