Prohibido hablar de guerra civil en Camerún

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Desde 2016, la intensidad del conflicto en la parte anglófona de Camerún no deja de crecer. Poco a poco, las manifestaciones y actos contra la discriminación que sienten los habitantes de estas regiones dieron paso a lo que ya todos consideran una guerra civil. Esta ha provocado decenas de muertos y que más de 34.000 personas hayan tenido que buscar refugio en Nigeria, y otras 160.000 en otras partes del país. De aquellas protestas que en un principio pedían más autonomía se ha pasado a un conflicto abierto donde los rebeldes luchan por la independencia de las dos regiones, Noroeste y Suroeste, que tienen como lengua oficial el inglés, para formar un nuevo país que lleva por nombre Ambazonia.

La convocatoria de elecciones presidenciales para el próximo 7 de octubre -que todo el mundo da por sentado que volverá a ganar el presidente Paul Biya, que lleva en el cargo desde 1982- ha añadido más leña a esta crisis al considerar los habitantes de la zona anglófona que en su territorio no se podrán celebrar los comicios de forma independiente por no darse las condiciones idóneas para ellos. Además, los partidos independentistas llaman al boicot. El Gobierno, por su parte, ha reconocido que tendrán que habilitarse espacios especiales para albergar colegios electorales en estas regiones.

Los medios de comunicación oficiales silencian este conflicto. Hablan poco o nada de él. Es como si no existiera. Como mucho, las noticias de la televisión mencionan incidentes aislados. Solo hechos como el atentado que el pasado 12 de julio sufrió el convoy del ministro de Defensa durante una visita a la región Suroeste, acaparó algunas líneas y minutos más. La televisión pública, por ejemplo, emite imágenes de normalidad en las calles de las ciudades anglófonas y habla de los problemas cotidianos que afectan a sus habitantes como la escasez de agua en Buea y las obras que se van a emprender para paliar la situación.

El mensaje de que nada sucede en la zona y de que todo está bajo el control del Gobierno de Biya ha calado en la mayoría de la población francófona e incluso en algunos anglófonos que viven fuera de su región de origen. Es el caso de Emily (nombre ficticio), una funcionaria que trabaja en un ministerio en Yaundé, que se lamenta: «Yo pensaba que lo que me contaba mi familia cuando hablábamos por teléfono eran exageraciones, no coincidía en nada con lo que veía en la tele, la radio o los periódicos». Sin embargo, en julio visitó su aldea natal y pudo comprobar de primera mano los estragos de la guerra: «Aldeas arrasadas por el Ejército, muertos, desaparecidos… es horrible lo que se vive allí». Por eso, Emily intenta llevar a toda su familia a Yaundé, «para que pueda respirar y vivir en paz», confiesa.

Denuncia internacional

«Las personas en las regiones anglófonas de Camerún se hallan atrapadas en un ciclo mortal de violencia. Las fuerzas de seguridad han matado, arrestado y torturado indiscriminadamente a personas durante operaciones militares que también han desplazado a miles de civiles”, afirma Amnistía Internacional, que de esta manera confirma lo comentado por Emily. Pero la organización igualmente acusa a las fuerzas separatistas de cometer violaciones de derechos humanos: «Por su parte, los separatistas armados han matado a docenas de miembros de las fuerzas de seguridad. También han llevado a cabo ataques diseñados para infundir miedo entre la población incendiando a escuelas y apuntando a maestros que no siguieron el boicot que habían impuesto».

Varios informes indican que los grupos armados rebeldes son cada vez más numerosos y tienen mejores armas. Incluso se habla de que algunos aprovechan la confusión para realizar actos de bandidaje sobre la población civil.

Miedo a hablar

A pesar de estas denuncias, los anglofonos que viven en Yaundé tienen miedo de hablar en público de lo que sucede en el oeste del país y cuentan historias de personas que han sido despedidas de sus puestos de funcionario por atreverse a comentar las noticias que les llegaban de sus pueblos y ciudades. Por eso callan y actúan discretamente. Solo cuando se reúnen en casas particulares, y siempre con mucha cautela, se arriesgan a hablar. Bob (nombre ficticio), un médico que estudió en la Universidad de Buea, la capital de Ambazonia, y que trabaja en un hospital privado en Yaundé explica que él, al igual que muchos profesionales anglófonos que residen en las grandes ciudades de Camerún o en la diáspora, envía casi la totalidad de su salario para apoyar la causa de la independencia. «Es un gran sacrifico», confiesa. «Pero es la única forma de que consigamos nuestro fin».

 

Petróleo y más

En este conflicto hay muchos intereses que se cruzan y uno de ellos es las reservas petroleras de Limbe (la antigua Victoria) y la refinería de esta ciudad, la más grande del país, operada por la sociedad francesa Suez. Los anglófonos se quejan de que cada día su región aporta 10 millones de dólares a las arcas del Estado camerunés procedentes de su petróleo sin recibir nada a cambio.

En las calles de Yaundé se habla de la pugna entre Francia, Reino Unido y China por controlar el petróleo de esta región. Sin embargo, hasta ahora, tanto unos como otros han condenado la violencia, al menos oficialmente.

En teoría, la desestabilización del oeste de Camerún podría venir bien a Nigeria. Sería una especie de venganza por verse obligada en 2002 a aceptar el fallo de la Corte Internacional de Justicia que concedió a Yaundé la disputada península de Bakassi, parte hoy del territorio anglófono y rica en petróleo. En varias ocasiones previas a esa sentencia, los dos países se acercaron mucho a la confrontación bélica.

Hasta ahora, Nigeria ha cooperado con Camerún y ha deportado a los separatistas que buscaron refugio en su territorio. Abuya dice que necesita de la ayuda de Yaundé para luchar contra el grupo yihadista Boko Haram, que actúa en la frontera norte que comparten los dos países.

No hay que olvidar que en la zona nigeriana del Delta del Níger operan varios grupos armados y el tráfico de armas en la región es grande.

Ambazonia

El 1 de octubre de 2017, Sisiku Ayuk, autoproclamado presidente de Ambazonia, declaraba en las redes sociales la independencia simbólica de esta república que engloba las dos regiones anglohablantes del oeste de Camerún. La fecha no fue elegida al azar. Ese día se conmemora la independencia del oeste del país de Reino Unido y su unión con el Camerún francés en 1961.

El nombre elegido para el nuevo país es Ambazonia que proviene de Ambas Bay (Bahía de Ambas), una bahía en el sureste de Camerún que es considerada como la frontera entre el sur y el resto del país. En 1858, el misionero británico Alfred Saker fundó allí un asentamiento para esclavos liberados, que más tarde se llamó Victoria. En 1884, Reino Unido estableció el Protectorado de Ambas Bay con Victoria como su capital. Tres años después, en 1887, se lo cedía a Alemania que lo unía a Camerún, territorio que le había correspondido durante el reparto de África entre las potencias europeas que tuvo lugar en la Conferencia de Berlín de 1884.

Tras perder Alemania la Primera Guerra Mundial el territorio se dividió en dos: el Camerún francés y el británico (correspondiente al antiguo Protectorado de Ambas). Francia se asentó en su nuevo territorio y estableció una administración colonial, como la que tenía en todas sus colonias, mientras que Londres administró su parte desde Nigeria y la dividió en Camerún del Norte y Camerún del Sur. Muchos nativos de estos territorios se quejaron de ser una colonia de una colonia.

En 1960, el Camerún francés adquirió la independencia. En el mismo año también se independizó Nigeria y surgió la cuestión, que ya se debatía desde 1959, de qué hacer con el Camerún británico. Al final se optó por convocar un referéndum el 11 de febrero de 1961. La zona norte, de mayoría musulmana, decidió unirse a Nigeria, y el sur a Camerún.

Desde la reunificación del país en octubre de 1961, los habitantes de la zona oeste (el 20% de los 22 millones de cameruneses) siempre han acusado al Gobierno de Yaundé de beneficiar a la mayoría francófona y a las otras ocho regiones del país en detrimento de ellos.

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