Protesta

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En Tchibanga (Gabón) llevan 15 días sin luz ni agua, una situación que se repite intermitentemente desde hace meses. La gente está enfadada. Además, las fuertes lluvias que caen han desbordado los ríos y se han llevado por delante el puente que conduce al cementerio. 

Las cafeterías y restaurantes van cerrando. Sin luz para los frigoríficos, no se atreven a comprar comida. Los puestos de coupés-coupés (carne a la brasa), alumbrados por velas, son la alternativa. Solo algunos maquis (bares) con grupo electrógeno, que permite a las luces de colores brillar en la noche y a la música gritar a todo volumen, ofrecen cerveza calentorra. La gente camina hasta el río con cubos y garrafas. Necesitan agua para las casas.

15 días y parece que no hay perspectivas de que el problema se arregle. Algunos ciudadanos se manifiestan por la calle principal y el mercado. Los más jóvenes hacen barricadas y no permiten que los coches circulen. A la mañana siguiente las protestas se intensifican. Los institutos se vacían. Los estudiantes se echan a la calle. Algunos agarran palos y piedras. Otros se cubren la cabeza con las camisetas dejando solo los ojos al descubierto. Se dirigen al palacio de la gobernadora. Quieren que se solucione pronto el desaguisado. «Llevamos 15 días sin poder cargar el móvil», se quejan algunos. Los adultos no se preocupan tanto por el teléfono como por sus negocios o el trabajo extra que les supone la falta de agua y electricidad.

Los ánimos se caldean. Los políticos no ofrecen soluciones, solo disculpas. «Gabón está así porque el régimen anterior robó todo lo que pudo. Ahora, el nuevo Gobierno se esfuerza para cambiar las cosas». «¿Dónde están todas esas maletas llenas de billetes que requisaron a la familia del anterior presidente?», replican los ciudadanos. «Hay que tener paciencia», piden algunos funcionarios, «las cosas no cambian de la noche a la mañana».

Las excusas no convencen a los jóvenes. Sellan la ciudad con barricadas. La situación se pone tensa. La gobernadora opta por llamar a la unidad antidisturbios del Ejército. Los soldados llegan desde Mouilla, a dos horas de Tchibanga. Reparten golpes, obligan a retirar las barreras, se llevan detenidos a los principales líderes de la revuelta. 

La acción represiva crea más enfado. Se vuelve a sellar la ciudad. Nadie entra ni sale. Se repiten las protestas. La gente ahora se prepara para recibir a los militares si regresan. Acumulan piedras y barras de hierro con las que defenderse. La espera es tensa. Hay mucha agresividad en el aire. Dicen que los antidisturbios no se atreven a volver. 

Las filas de coches para salir y entrar en la ciudad son larguísimas. Los conductores se quejan. Entonces alguien tiene una idea. Cobrar por pasar la barrera. Así, la protesta se convierte en un negocio. Los vehículos circulan y los manifestantes consiguen dinero, ya que no la solución a sus problemas.

En la imagen superior, una gabonesa acumula agua en un balde en su domicilio ante los recurrentes cortes del suministro. Fotografía: Chema Caballero

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