¿Qué fue de la clase media africana?

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Hace una década, la entonces considerada pujante clase media era presentada como la solución a todos los problemas de África. Analistas y expertos descubrían con asombro su existencia y vaticinaban un amplio espectro de cambios en el continente. Entre ellos, mayor estabilidad política, libertad y respeto a los derechos humanos, además de un fuerte crecimiento económico.

En 2010, el 34,3% de la población africana, unos 313 millones de personas, fue clasificado como clase media. Un informe del Banco Africano de Desarrollo publicado en 2011 recogía estos datos. Aquel documento consideraba miembros de este segmento de la población a los ciudadanos que podían gastar entre 2 y 20 dólares al día. Además, afirmaba que unos 3 millones de personas ingresarían cada año en él, como mínimo hasta 2021, augurando así un crecimiento estable del mismo y, en consecuencia, un descenso de la pobreza.

Algunos años más tarde, la clase media africana prácticamente desapareció de los informes. La realidad parecía haberse impuesto sobre las previsiones de los expertos y el tema se desinfló como un suflé sacado del horno antes de tiempo. Recientemente, la pandemia de COVID-19 envió a muchas personas a la pobreza debido a la recesión económica que experimentó el continente en 2020. Eso parecía haberle dado la puntilla a las proyecciones de los gurús. Sin embargo, el crecimiento económico que África ha vivido en 2021 ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión de la clase media.

La recuperación económica y el aumento del consumo interno en muchos países hace suponer un renacimiento de la clase media. Al menos se vuelve a hablar de ella y se afirma que de nuevo crece. Sin embargo, no hay datos actualizados de cuántas africanas y africanos integran este sector de la sociedad. Posiblemente los errores de cálculo y de proyección cometidos en el pasado no animen a los expertos a aventurarse con una cifra exacta. Es factible que incluso la horquilla económica de la que se hablaba (2-20 dólares diarios) necesite ser revisada.

Siempre queda la duda sobre si las definiciones basadas en solo números a las que el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, o el mismo Banco Africano de Desarrollo, entre otros muchos organismos, son tan aficionados captan la realidad social. Existen otros elementos que deberían ser tenidos en cuenta como la profesión, el estatus social, la educación, el estilo de vida o el género y las redes creadas a partir de las iglesias o mezquitas, por citar solo algunos. Hay que tener en cuenta, también, que no todos los países ofrecen las mismas oportunidades y que no es igual vivir en una zona rural que urbana, por lo que los baremos para integrar a una persona u otra pueden variar mucho entre regiones.

Con independencia de la definición, la pregunta es a qué evidencias se aferran los expertos para hablar de nuevo de un resurgir de la clase media africana y volver a volcar en ella todo tipo de esperanzas. La mayoría habla del auge de las telecomunicaciones. África es el continente donde más rápido crece este sector. Entre 2021 y 2022, las conexiones móviles en él aumentaron un 19,2%. A pesar de eso está rezagado con respecto a otras regiones del mundo. El 40% de la población de África subsahariana utiliza los servicios que la telefonía móvil y el acceso a internet les ofrece. Pero son muchos los que todavía, por falta de formación, no lo hacen, limitando el uso de sus terminales a llamadas convencionales.

Se sabe que la clase media puede ser un motor de crecimiento y de creación de empleo para sus países. Está más presente en aquellas naciones donde el sector privado es más sólido y desarrollado. Igualmente, los estados con niveles más altos de educación terciaria, y que ofrecen empleos seguros y bien remunerados, poseen altas cuotas de este sector.

Es importante recordar que la clase media africana, en la mayoría de los países, todavía comparte muchas de las quejas de las personas que no son parte de ella, que viven en la pobreza. La diferencia está en que sus miembros, por lo general, pagan impuestos y por eso tienen el poder de exigir a sus gobiernos transparencia y mejora de los servicios públicos.

Ellos también son responsables del crecimiento del sector servicios. Disponen de dinero para invertir en las economías domésticas y en la educación y fomentar el consumo interno del país. Por tanto, demandan una fuerza trabajadora cualificada que colme sus necesidades. Lo cual constituye una fuente de empleo.

Habrá que esperar un tiempo para ver si se confirma el crecimiento de la clase media africana y verificar el verdadero impacto que pueda tener sobre la reducción de la pobreza. Ojalá sea verdad y que de nuevo este segmento de la población se convierta en un verdadero motor de cambio no solo económico sino, sobre todo, social y político en África.


Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

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