Una violencia arraigada en la esclavitud

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Un conductor negro es parado por la policía a altas horas de la noche debido a una supuesta infracción de tráfico. Tras un enfrentamiento verbal con los agentes, el conductor sale huyendo, pero es alcanzado por cinco agentes que, durante varios minutos, le sujetan, golpean, rocían con gas pimienta y someten a las descargas eléctricas de un táser. El joven afrodescendiente muere en el hospital días después, mientras las imágenes de la brutal paliza se difunden a gran velocidad en redes sociales.

La ejecución de Tyre Nichols, ocurrida a principios de 2023 en Estados Unidos, se suma a una larga lista de muertes de hombres negros a manos de la Policía. Según Amnistía Internacional, ser negro multiplica por tres las probabilidades de morir a manos de las fuerzas del orden. 

Hay, sin embargo, otros países donde cientos de jóvenes negros mueren cada año debido al uso ilegítimo de la fuerza policial, pero los casos rara vez aparecen en titulares de prensa internacional. Ejemplo de ello son Colombia y Brasil, donde las redadas policiales convierten los barrios periféricos en escenarios de guerra.

De hecho, en Brasil, la Policía mata a muchos más afrodescendientes que en Estados Unidos. Una investigación de la ONG Foro Brasileño de Seguridad Pública (FBSP) señaló que, de 6.416 personas asesinadas por la Policía brasileña en 2020, el 78 % eran jóvenes de ascendencia africana. En la misma línea, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su último informe sobre el país, alertaba de que esos asesinatos no podían considerarse actos aislados, sino parte de un proceso histórico encaminado a extinguir a este grupo étnico-racial.

Para entender en profundidad el proceso de exterminio al que se refiere la CIDH, habría que remontarse a la trata de personas esclavizadas, dirigida por las potencias europeas hace siglos. En efecto, entre los siglos XVII y XVIII se crearon los primeros instrumentos jurídicos que normalizaron el uso de la violencia para someter y controlar a las personas afrodescendientes. Tanto los Códigos Negros en la América española como la Ley del Negro, promulgada en el sur de Estados Unidos, entre otros, legitimaron el acoso, la tortura y el asesinato de personas de ascendencia africana.

En este contexto también nacieron las patrullas de esclavos, brigadas que castigaban a los africanos que trataban de huir de las plantaciones y que se implantaron en distintas colonias. A pesar de que la mayoría de los países abolieron la esclavitud legal entre los siglos XIX y XX, el sistema de patrullas sobrevivió y fueron los escuadrones de policía los que revivieron, en numerosas naciones, las prácticas de patrullaje y violencia hacia hombres negros libres.

En este sentido, las patrullas de esclavos fueron precursoras de la brutalidad policial moderna y han posibilitado que las actuales estructuras policiales tengan una base histórica que permita aceptar que las vidas negras no importan, por esa asociación histórica de los afrodescendientes con la criminalidad. Como resultado, las recientes medidas adoptadas por distintos países, como la prohibición de tácticas de detención que causan muertes o la creación de mecanismos independientes de investigación, no están teniendo un impacto real y la violencia policial sigue siendo una relevante causa de muerte de los afrodescendientes en el mundo. 

Por ello, abordando el racismo sistémico que motiva la actividad policial, pensando colectivamente desde las comunidades afectadas acciones orientadas a combatir las causas históricas y estructurales del racismo antinegro, se puede avanzar hacia el fin de la violencia policial.



En la imagen superior, manifestación en Madrid por la tragedia de la valla de Melilla que tuvo lugar el 24 de junio de 2022 en la que murieron decenas de personas. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

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