Violencia en el norte de Burkina Faso

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El 16 de diciembre de 2016, una guarnición del Ejército burkinés en Nassoumbou, provincia de Soum (región de Sahel), en el norte de Burkina Faso, fue atacada por hombres armados. Doce militares murieron. Era la primera vez que la armada burkinesa recibía un revés como este. Las tropas allí estacionadas pertenecen al batallón antiterrorista desplegado en 2013 para luchar contra la insurgencia yihadista cerca de la porosa frontera de Malí y Níger. Forma parte de la estrategia francesa conocida como Operación Barkhane que se extiende por Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger y Chad y cuenta con unos 3.000 soldados. En ella participan también países como Canadá o España.

A partir de aquel momento, los ataques terroristas aumentaron en la zona, sobre todo en la provincia de Soum: asesinatos selectivos de imanes que se oponen a las corrientes más radicales del islam, incursiones en aldeas y ataques contra las posiciones del Ejército. Todo esto ha elevado el nivel de inseguridad en el norte del país.

Esta situación es, en gran parte, una extensión del conflicto de Malí; sin embargo, no se puede negar las fuertes dinámicas locales de esta crisis como señala el reciente informe de Crisis Group que lleva por título The Social Roots of Jihadist Violence in Burkina Faso’s North (La raíces sociales de la violencia yihadista en el norte de Burkina Faso).

En un primer momento, detrás de este aumento de la violencia muchos vieron la mano de Adnane Abu Walid al-Sahrawi, un personaje que tras pasar por diversos grupos parece liderar uno llamado Estado Islámico del Gran Sáhara (ISGS por sus siglas en inglés) que en octubre de 2016 juró fidelidad al Califato Islámico.

Sin embargo, desde hace tiempo, y así lo confirma el informe de Crisis Group, se sabe que la mayoría de esta violencia se debe a Ansarul Islam, que aunque en otras partes del Sahel pueda tener conexiones con grupos yihadistas, es ante todo un movimiento que desafía el orden social imperante en la provincia de Soum.

La reivindicación del atentado de Nassoumbou fue la primera noticia que se tuvo de la existencia de esta formación. Está liderada por Ibrahim Malam Dicko, un imán radical originario de Dijbo, capital de Soum. Parece que luchó en Malí en las filas del grupo islamista Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUYAO). Fue arrestado por tropas francesas en 2013 y pasó un periodo en la cárcel. Tras él, regresó a su hogar y fundó Ansarul Islam (los defensores del islam). Sus primeros seguidores surgieron de entre los fieles que escuchaban sus predicaciones y poco a poco el grupo ha crecido. Entre sus reivindicaciones, en un primer momento este movimiento buscaba restaurar el Imperio fula de Massina, reivindicación que ha decaído o perdido fuerza en los últimos meses.

El ejército burkinés y sus aliados aseguran que tras varias operaciones militares en la zona, que tuvieron lugar durante la primavera de 2017, mantienen el control de la región, pero Crisis Group piensa que esto no pone fin a la crisis que se vive en ella. También Uagadugú y sus socios extranjeros parecen reconocer que no basta con la respuesta militar y que se necesita tener en cuenta las raíces locales y sociales de la crisis, que son más profundas que sus dimensiones religiosas y de seguridad.

Ansarul Islam surge como una manifestación del descontento social generalizado que existe en la provincia de Soum, reconoce Crisis Group. Durante años, Dicko promovió la igualdad entre las clases sociales y cuestionó el dominio de los jefes tradicionales y la monopolización de la autoridad religiosa por parte de familias de morabitos a las que acusa de enriquecerse a expensas de la población. Esta fue la retórica que le sirvió para ampliar su audiencia, especialmente entre los jóvenes y los sectores socialmente más desfavorecidos de la población. Parece que cuando decidió coger las armas perdió a muchos de estos seguidores, pero no a todos. Mantuvo los suficientes apoyos para iniciar una insurgencia de baja intensidad contra las autoridades locales y nacionales. La información de su muerte durante las operaciones militares de la primavera de 2017 no ha sido confirmada y, en cualquier caso, no terminarían con las crisis, opina Crisis Group.

“Producto de las condiciones sociopolíticas y culturales de la zona, Ansarul Islam es, al menos, tanto un levantamiento social como un movimiento religioso. Es menos un grupo crítico de la modernidad que un movimiento que rechaza las tradiciones que cree arcaicas. Expresa las quejas de una mayoría silenciosa que no tiene poder político ni autoridad religiosa. Ansarul Islam usa el islam para enmarcar su oposición a un orden social osificado que genera una frustración generalizada. Tampoco es el movimiento principalmente un grupo de autodefensa fula, que son mayoría en el Sahel. Las quejas étnicas y basadas en la identidad por ahora asumen un papel marginal en su discurso”, asegura el informe.

Otro elemento que alienta esta crisis es la relación distante entre el Estado y las poblaciones de la región del Sahel en el norte de Burkina Faso. El contraste entre el potencial económico del norte y su falta de infraestructura alimenta la sensación de abandono entre su población. Al igual que sucede en Malí, las comunidades locales ven a los representantes del estado y a las fuerzas de seguridad como extranjeros que solo buscan el enriquecimiento personal en lugar de considerarlos agentes estatales responsables de proporcionar servicios. Como resultado, los habitantes de Soum se muestran renuentes a cooperar con el Ejército y la policía que a menudo provienen de otras provincias y cuyo comportamiento es a veces brutal y represivo.

Estos datos aportados por Crisis Group nos indican que la situación que se vive en el norte de Burkina es mucho más que una consecuencia del conflicto de Malí. Ansarul Islam usa el país vecino como base de apoyo y no se puede negar que existen similitudes en ambos lados de la frontera. Pero la oleada de violencia supuestamente cometida en nombre de la yihad distrae de las dimensiones locales y sociales del conflicto y la capacidad de los grupos armados de explotar las divisiones sociales. La inseguridad en el norte de Burkina se debe no solo al déficit de desarrollo, al fracaso del estado central en comprender un territorio de su periferia y a la influencia de la guerra de su vecino. Sino que es, sobre todo, el resultado de una profunda crisis social existente en el norte que proporciona la base sobre la que creció la popularidad del grupo terrorista.

Por todo esto, la resolución definitiva de esta crisis depende, según Crisis Group, en parte de la estabilización de Malí al mismo tiempo que de la implementación de planes de desarrollo efectivos por parte del gobierno y sus aliados. Y sobre todo, lo más importante, se requiere un orden social más equilibrado en la zona y mecanismos que ayuden a las comunidades a resolver sus diferencias. Mientras no se pongan en marcha este tipo de medidas la inestabilidad continuará en la región y la intervención militar solo conseguirá añadir adeptos a las filas de Ansarul Islam.

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