África quiere más fertilizantes industriales que contribuyen al cambio climático

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La agricultura es vital para el sustento de los africanos. En África occidental es la principal fuente de empleo para los 290 millones de personas que viven en la región. Ocupa al 60% de la fuerza laboral y representa el 35% de su producto interior bruto (PIB), según el International Food Policy Research Institute (IFPRI). Esta región depende mucho del uso de fertilizantes industriales. Estos enriquecen el suelo con los nutrientes necesarios para los cultivos. Sin embargo, tienen un alto coste medioambiental.

La guerra en Ucrania ha tenido un efecto colateral en este sector. Rusia y Bielorrusia han sido, tradicionalmente, grandes proveedores de fertilizantes a la región y el flujo de estos se ha visto interrumpido por el conflicto. Tras las sanciones impuestas a Rusia, los países africanos han tenido que buscar otros mercados para abastecerse. Pero la demanda es superior a la oferta. Eso es debido, además de a la guerra, a que algunos países productores han reducido sus exportaciones. Todo esto ha causado que desde 2020 el precio de este producto se haya triplicado. En los países ricos, gracias a los subsidios gubernamentales, los agricultores pueden seguir produciendo. Sin embargo, en África occidental, cada vez es más costoso y difícil acceder a ellos.

El uso de fertilizantes tiene una correlación positiva con los rendimientos agrícolas. Hay algunos cultivos, entre los que se encuentran el maíz o el arroz, que necesitan mucho abono. Otros, como la soja y otras legumbres, dependen menos de él debido a su capacidad para fijar el nitrógeno de la atmósfera. En estos momentos, un gran obstáculo a la hora de producir alimentos en muchos países africanos es el acceso a este producto, ya que depende de su importación. Se teme que si la situación no se revierte, la próxima cosecha (2023-2024) sea muy escasa. Esto pondrá, una vez más, en peligro la seguridad alimentaria de millones de personas en todo el continente, pero de manera muy especial en África occidental. Ello es debido a que sin fertilizantes adecuados, los agricultores africanos tienen dificultades para mejorar la fertilidad del suelo. Lo que se traduce en un menor rendimiento de los cultivos.

Ante esta situación, el 31 de mayo, líderes de 17 países de África occidental y el Sahel se reunieron en Togo para aprobar la Declaración de Lomé sobre fertilizantes y salud del suelo. En ella se aborda la necesidad urgente de conseguir fertilizantes accesibles y asequibles. Además, se establece un fuerte compromiso para triplicar el consumo de abonos industriales para 2035. Todo ello con el fin de duplicar la productividad agrícola de sus naciones. Con el fin de conseguir estos objetivos, los mandatarios han aprobado la eliminación progresiva de los derechos de aduana e impuestos sobre los fertilizantes. Extendiendo esta medida a otras materias primas esenciales en su fabricación. De igual modo, han propuesto la agilización de los trámites aduaneros y administrativos para simplificar las importaciones y reducir los costes asociados.

La declaración también pretende ayudar a los pequeños agricultores, las primeras víctimas de esta crisis. Para eso establece subsidios. Por su parte, el Banco Mundial, también presente en la reunión, se compromete a invertir 1.500 millones adicionales en el sector agrícola durante el próximo año y medio. Esta es una promesa similar a la que hizo en agosto pasado cuando tenía previsto movilizar 500 toneladas de fertilizante para África occidental.

También se contemplan otro tipo de medidas como una mayor inversión en instalaciones portuarias, infraestructura de almacenamiento y redes de transporte. Además de asociaciones público-privadas para finales de 2025 dirigidas a la promoción del comercio de fertilizantes dentro de la región. Este último bloque de decisiones no es nuevo, suele repetirse continuamente en tratados regionales y continentales. Todos saben que el incremento del comercio pasa por la mejora de las infraestructuras y la reducción de aranceles y trámites aduaneros. Aunque luego, en la práctica, pocas veces se implementan tales decisiones.

Pero, sobre todo, el objetivo principal del acuerdo es apoyar y desarrollar la producción local de fertilizantes, junto con sus fábricas, a nivel regional. África occidental casi no tiene países productores de este bien. La excepción la representan Nigeria y Senegal. Por eso depende tanto de las exportaciones.

Sin embargo, el uso excesivo de abonos industriales puede conducir a la degradación ambiental, incluida la erosión del suelo, la contaminación del agua y la pérdida de la biodiversidad. También contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero, lo que repercute en la crisis climática. Esto hace recordar que es necesario encontrar un equilibrio entre la necesidad de productividad agrícola y la adopción de prácticas sostenibles de cultivo. Todo con la finalidad de minimizar la dependencia de los fertilizantes, promover técnicas de agricultura orgánica y priorizar la salud y la conservación del suelo para el beneficio a largo plazo tanto de los países africanos como del planeta en su conjunto.

Pero la Declaración de Lomé no contempla estos aspectos. Apuesta claramente por los fertilizantes industriales y deja de lado técnicas más sostenibles de producción o el empleo de compost, por ejemplo. Una vez más, los intereses de las grandes industrias prevalecen sobre la necesidad de cuidar el medioambiente y trabajar por un mundo más sostenible.


Fotografía: 123RF


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