Sierra Leona se ahoga en la crisis económica

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«Por mucho que lo intento no consigo llegar a fin de mes. Tengo dos empleos, como contable, en dos empresas, uno por la mañana y otro por la tarde. Y, a pesar de ello, me es imposible tener una vida digna. Por eso quiero irme de aquí», comenta Sahr Kombaima. Hace dos años terminó la universidad. Se graduó en Económicas. Reconoce que ha tenido suerte y ha logrado trabajar. Los sueldos son escasos y el coste de la vida no deja de incrementar en Sierra Leona. «Tin tranga!» («la cosa está muy mal») concluye al otro lado del teléfono.


Los precios no dejan de subir en Sierra Leona. Alimentación, combustible o los servicios básicos, como luz, agua o transporte, están fuera del alcance del sierraleonés medio. «La cosa es aún peor», comenta Bakar Bangura. «Ahora tenemos la vuelta al colegio. Las matrículas, sobre todo de la educación secundaria y de la universidad, son inalcanzables para muchas familias. Por no mencionar el precio de los libros y el uniforme». Él es conductor de uno de los directivos de la fábrica de cervezas del país. Ha tenido que solicitar un préstamo a su empleador para cubrir los gastos escolares de sus tres hijos. El mayor termina este año el instituto y el próximo tendrá que ir a la universidad. «No creo que podamos permitírnoslo. Entre mi sueldo y lo que mi mujer consigue con su puesto de verduras en el mercado de Calabatown (un barrio de la periferia de la capital, Freetown) difícilmente conseguimos cubrir todos los gastos».

Según Statistics Sierra Leone, el organismo estatal encargado de las estadísticas del país, la inflación de los precios al consumo se situó en casi el 45% en julio de 2023. Si se trata únicamente de alimentos y bebidas no alcohólicas, esta llega al 59,93%, dos puntos más que el mes anterior. Todo esto se traduce en altos niveles de hambre e inseguridad alimentaria. Las cifras que maneja el Programa Mundial de Alimentos (PMA), hablan de que en febrero el 78% de la población del país padecía inseguridad alimentaria. Se estima, que el porcentaje haya podido aumentar. Además, los meses de julio y agosto, centro de la estación de lluvias, suelen ser una época de hambre por la escasez de fruta y de cosechas. Según las percepciones del PMA, uno de cada cinco hogares sierraleoneses, el 20%, padece inseguridad alimentaria aguda. Y el 66% de las familias dice dedicar más del 75% de sus gastos en alimentos básicos.

Amadu Williams es abogado. Siempre se ha considerado clase media alta. Pero comenta que ahora tiene que evitar cosas que antes eran normales para su familia. «Ya no se puede salir a comer fuera, es un auténtico lujo que solo los blancos expatriados que siguen en el país pueden permitirse. También hemos prescindido de uno de los dos coches que teníamos por lo mucho que ha subido el combustible». Él todavía es afortunado. Se cuentan por docenas los ciudadanos que se han visto obligados a dejar de tomar una okada (mototaxi) o poda poda (furgoneta colectiva) y caminar a sus puestos de trabajo o en sus quehaceres diarios. Los precios del transporte se han disparado siguiendo el incremento del combustible. «Para ahorrar algo de dinero camino todos los días. Igual hacen mis hijos para ir al colegio», argumenta Augustine Koroma, mecánico, que añade: «El trabajo ha disminuido bastante. Si a alguien se le estropea el coche no lo trae al garaje. El precio de los repuestos se ha hecho inaccesible para muchos. Así que tenemos menos trabajo. El jefe ya ha despedido a algunos compañeros. Yo por ahora he tenido suerte, pero no sé cuánto me durará si esto sigue así».

Como en tantas partes del mundo, y en muchos otros países de África, el incremento del coste de la vida se atribuye a la combinación de crisis que se han sucedido en los últimos años: coronavirus, crisis climática, conflictos y, como colofón, la invasión rusa de Ucrania. A esto hay que sumar la fuerte deuda externa que ahoga a muchos Estados africanos. Y en el caso de Sierra Leona, la epidemia de ébola que sufrió entre 2014 y 2015. Esta amalgama quizás sea la responsable de que la economía del país lleve encadenados cinco años de malos datos. El Banco Mundial ha señalado que la inflación y la depreciación del león, la moneda local que cayó un 60% en 2022, han alcanzado cifras récord. Además, la cifra de desempleo juvenil es una de las más altas en África, afecta al 60% de los menores de 35 años.

«No niego que la guerra en Ucrania o el cambio climático tenga que ver con todo esto, pero no es excusa. La culpa la tiene solo nuestro gobierno que sigue de brazos cruzados y no le importa la suerte de sus ciudadanos», argumenta Williams. «Ellos se comportan como si nada sucediera en el país. Basta ver los coches que han estrenado los nuevos ministros y altos funcionarios. Mientras desaparecen los subsidios al combustible, ellos lo tienen gratis. Nosotros hacemos malabarismos para ofrecer a nuestros hijos una buena educación y ellos envían los suyos a estudiar al extranjero con becas pagadas por el Estado. Si necesitas ir al hospital, los precios te echan para atrás, pero ellos viajan constantemente fuera para cualquier consulta médica».

El 24 de junio Sierra Leona celebró elecciones presidenciales, legislativas, municipales y a los consejos de distrito. El presidente Julius Maada Bio salió reelegido. Unos comicios que muchos contestaron por su falta de transparencia, pero que al final todos han aceptado. «Da lo mismo quien esté en el poder. Unos y otros solo piensan en enriquecerse. No les importa nada que nosotros pasemos hambre», afirma Koroma. «Por cosas como estas tuvimos una guerra no hace mucho en este país», se queja el abogado recordando el conflicto que entre 1991 y 2002 asoló Sierra Leona. Luego añade: «La gente tiene cada vez más rabia. Son muchos los que intentan irse del país. Algunos a Ghana o Nigeria, otros a Europa o Estados Unidos. Pero esa no es la solución. Si el gobierno no toma medidas rápidas, aquí se puede volver a liar una gorda».



En la imagen superior, una escena cotidiana en Freetown. Fotografía: jbdoane (Creative Commons)

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