Por Alfonso Armada. Luis Fernando se esmera en crear un espacio sin aduanas entre realidad y sueño, entre quienes viven y mueren, y atraviesan un espejo –invento que tardará en llegar a la geografía de esta novela, aunque poseían charcos y ríos, lo que no deja de ser un contrasentido: dice el autor que tardarán siglos en conocer fenómenos tan preciosos para la literatura y los sueños como la lluvia–.