Por Gerardo González Calvo
Se informó hace unos meses que de los 327 presos españoles que hay en Perú, unos 200 se encuentran en la prisión Ancón II, levantada en medio de un paisaje desértico a varios kilómetros de Lima. Se aseguraba también que allí han muerto ocho españoles en los últimos tres años. No he tenido la ocasión de visitar ese penal, pero sí conocí otro en Perú del que se podría decir lo que advierte Dante en el Canto III sobre el Infierno en La divina comedia: “¡Oh, vosotros, los que entráis, / abandonad toda esperanza!”. Estuve en otra cárcel en Kinshasa, capital de la República Democrática de Congo, pero, en comparación con la peruana, parecía un hostal.